Entre las mismas hay que distinguir entre las lesiones agudas, debidas a un traumatismo o esfuerzo brusco que provoca una rotura de un tejido que previamente estaba bien, y las lesiones crónicas. En este caso, los tejidos lesionados, normalmente músculos, ligamentos o cartílago, se van deteriorando poco a poco como consecuencia de movimientos repetitivos con la práctica deportiva. Estas son algo más difíciles de detectar y muchas veces su causa es ajena a la propia rodilla, explica el doctor Gerardo Garcés, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica de Hospital Perpetuo Socorro.
Las más usuales de las lesiones agudas de rodilla son las musculares, sobre todo de los isquiotibiales y cuádriceps; las ligamentosas, especialmente del ligamento interno y del ligamento cruzado anterior y las roturas meniscales. Aunque no tan frecuentes, también se observan muchas fracturas por impacto, como es el caso de la rótula o la región proximal de la tibia.
Por su parte, destacan entre las lesiones crónicas como más diagnosticadas las producidas por sobrecarga, fundamentalmente las tendinosas.Casi siempre están relacionadas con actividades físicas en las que correr es parte importante de las mismas. El movimiento repetitivo, sobre todo si hay alguna alteración anatómica previa, conduce
a un desgaste progresivo del tendón que va inflamándose lentamente hasta provocar dolor que puede llegar a ser permanente. De persistir la actividad incluso puede llegar a romperse el tendón.
“Algo menos frecuente es la afectación del cartílago articular, especialmente el rotuliano, lo que se denomina vulgarmente la “condromalacia de rótula”. En este caso el origen es similar, si bien la predisposición genética unida a una desalineación de la rótula y una actividad intensa o inadecuada pueden condicionar lo que en medicina llamamos el síndrome fémoro-patelar”, detalla el doctor Garcés. La detección de las lesiones deportivas de rodilla es relativamente fácil en el caso de las lesiones agudas. El deportista está previamente bien y sobreviene un dolor agudo tras un traumatismo o un esfuerzo. El dolor se localiza generalmente “a punta de dedo” y suele acompañarse de hinchazón de la zona lesionada. Muchas veces el dolor provoca una caída brusca del deportista e incluso la imposibilidad de mover la rodilla.
Cuando un deportista nota un dolor brusco en la rodilla debe pararse inmediatamente y buscar consejo médico, ante la posibilidad de una lesión que pueda agravarse si se continúa la actividad.
Contrariamente las lesiones crónicas comienzan lentamente. La mayoría de las veces el deportista refiere un dolor que aparece tras una actividad repetitiva, que en ocasiones le obliga a interrumpir la misma. Casi siempre el dolor empieza tras cesar la actividad pero llega un momento en que no le permitirá ejercer la misma, apareciendo incluso en actividades no deportivas. Generalmente no hay un antecedente que recuerde el paciente y el dolor puede llegar a estar presente incluso caminando.
La historia clínica define con bastante aproximación el tipo de lesión. Las lesiones agudas son fáciles de diagnosticar porque hay una relación clara entre actividad y lesión. En el caso de las lesiones crónicas es más complicado, ya que inicialmente el deportista debe fijarse en si existe relación entre la actividad deportiva que realiza y la aparición de dolor o molestias después de la misma. Una adecuada exploración clínica ayudará a realizar un diagnóstico con una aproximación de un 90%. No obstante, lo normal es que se realicen pruebas complementarias para confirmar éste. Las radiografías ayudan en casos de lesiones óseas, la ecografía en el de las musculares y la resonancia magnética para detectar con precisión lesiones meniscales, cartilaginosas y ligamentosas.
En el tratamiento en el caso de las lesiones agudas hay que interrumpir inmediatamente la práctica deportiva y enviar al paciente a un centro médico para establecer el diagnóstico adecuado. La mayoría de las lesiones musculares podrán ser tratadas con reposo relativo y una adecuada rehabilitación posterior.
Las lesiones meniscales en pacientes jóvenes requerirán siempre que se pueda un tratamiento mediante artroscopia para suturar el menisco lesionado. Es fundamental conservar los meniscos para evitarla aparición de artrosis precoz si se extrae una parte importante de éstos. Las roturas de los ligamentos laterales y el ligamento cruzado posterior pueden ser tratadas de forma conservadora con una ortesis de proteccióny rehabilitación posterior. Si la lesión afecta al ligamento cruzado anterior y el deporte que practica el paciente entraña giros frecuentes de la rodilla, normalmente necesitará una intervención para sustituir el ligamento lesionado.
Las lesiones crónicas requieren un análisis profundo de la causa, lo que incluye posibles anomalías en la alineación de las piernas o pies, así como las características técnicas y material deportivo que se usa. Es fundamental tratar el origen del problema ya que si no es así éste persistirá y el paciente no se curará, llegando en la mayoría de
los casos a dejar la práctica deportiva por aburrimiento. El tratamiento del dolor es solo sintomático y de importancia secundaria. Si no se trata la causa no se solucionará el problema, creando una gran frustración en el deportista y su entorno.
En alguna ocasión puede ser necesario el tratamiento quirúrgico para continuar con la actividad física que genera el problema. Aunque en la actualidad se cuentan con muchas opciones terapéuticas que solucionan estos problemas, hay que advertir que cuando una lesión crónica requiere un tratamiento quirúrgico, las posibilidades de éxito disminuyen sensiblemente.